lunes, 25 de junio de 2012

UNA TARDE DE ABRIL


Una tarde de Abril marcó un encuentro que no olvidaré tan fácilmente. 

¿El lugar? Una plazuela en el centro de la ciudad, donde se encontraba una estatua de piedra que se alzaba gloriosamente sobre los ciudadanos visitantes en aquel día. 

Recuerdo a mucha gente en nuestro rededor, pero para mí solo existíamos tú y yo en aquel lugar.

¿Cuántos años han pasado desde la última vez que te vi? ¿Diez? ¿Once? ¿Quizás, doce? No importa cuántos sean realmente, el hecho es que te volví a ver y era muy feliz por ello. 

Mis ojos me alertaban de un cambio presente, pero mi corazón aún podía ver en ti a la pequeña niña de la cual me enamoré. 

Aquellos ojos tuyos reflejan a esa niña tan tímida que no podía verme a los ojos, pero la forma en la que te expresas era la de una mujer que ha recorrido el mundo. 

Pensar en aquel encuentro, solo me hace creer más en el destino. Como sabrás, pese a estar de acuerdo en el día y la hora de nuestro encuentro, casi no se lleva a cabo. 

Parece que el ser poderoso que está en los cielos, y en el cual tú no crees, aun me tiene en estima, pues volví a verte, mis manos tocaron las tuyas, y mi corazón volvió a latir. 

Lo que hablamos aquella tarde quedará guardado para siempre en mis memorias, como una preciosa gema que atesorare por siempre. 

Y cuando llegue el día de partir recordaré a aquella niña que volví a encontrar, en una tarde de Abril. 

[Imagen: LibertadSunset by Novaker]

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